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El efecto rejuvenecedor observado en los astronautas cuando vuelven a la Tierra, dio pie para una investigación que aparece como muy prometedora.
General25 de mayo de 2025En un hallazgo que podría cambiar para siempre nuestra comprensión del envejecimiento, científicos de la NASA y expertos internacionales descubrieron que ciertas condiciones del espacio —como la microgravedad y la radiación cósmica— podrían activar una enzima llamada telomerasa, capaz de proteger y alargar los telómeros, estructuras esenciales para preservar la información genética y extender la vida celular.
El fenómeno fue observado por primera vez en el astronauta Scott Kelly durante una histórica misión de 340 días en la Estación Espacial Internacional, y ahora, nuevos experimentos con plantas en órbita buscan revelar cuán profunda es esta conexión entre el cosmos y la biología humana.
La ciencia podría estar más cerca que nunca de encontrar el “elixir de la vida”, pero en lugar de manantiales ocultos o pociones legendarias, las pistas emergen desde el ADN, específicamente en los telómeros, extremos de los cromosomas que se acortan con cada división celular, marcando el reloj biológico de nuestro cuerpo. Cuando estos capuchones genéticos llegan a un punto crítico, las células dejan de dividirse, envejecen o mueren, abriendo la puerta a enfermedades asociadas a la edad como el Alzheimer, diabetes o cáncer.
Pero en 2015, durante el famoso estudio de los gemelos Kelly —uno en el espacio, otro en la Tierra— la investigadora Susan Bailey detectó que los telómeros del astronauta Scott Kelly, sorprendentemente, se habían alargado durante su estancia en órbita. Este rejuvenecimiento celular inesperado generó una revolución científica.
Entre los entusiasmados por este descubrimiento estaba el argentino Roberto Aquilano, doctor en Astronomía e investigador del Conicet, quien formuló la hipótesis de que la microgravedad podía reactivar la telomerasa, enzima capaz de reparar telómeros, algo que el cuerpo humano deja de hacer naturalmente con la edad. Junto a Bailey y otros expertos de Estados Unidos, Aquilano lanzó un experimento con plantas Arabidopsis thaliana a bordo de un cohete SpaceX en 2021. ¿El resultado? Un aumento de 150 veces en la actividad de la telomerasa.
Ese hallazgo no solo refuerza la viabilidad de la agricultura espacial para futuras misiones humanas, sino que también abre puertas para terapias contra el envejecimiento y enfermedades degenerativas aquí en la Tierra. “La activación controlada de la telomerasa podría considerarse, en cierto modo, un elixir de la vida”, explicó Aquilano.
Sin embargo, el camino está lejos de ser sencillo. El exceso de telomerasa puede provocar cáncer, al permitir que células dañinas se repliquen indefinidamente. Por eso, Aquilano y su equipo diseñaron un nuevo experimento, lanzado nuevamente al espacio el pasado 21 de abril. Esta vez, el objetivo es determinar cuánto de la activación de la telomerasa se debe a la microgravedad y cuánto a la radiación cósmica.
El estudio, respaldado por varias universidades norteamericanas —entre ellas Ohio, Texas, Carolina del Norte y Harvard—, comparará las plantas cultivadas en órbita con otras expuestas en Tierra a haces de iones pesados simulando la radiación espacial. Las muestras ya regresaron a la Tierra el 23 de mayo, y los investigadores se preparan para analizar los datos clave que podrían despejar un misterio biológico con implicancias enormes.
Aunque aún falta camino para aplicar estos hallazgos en humanos, los científicos no descartan que, en el futuro, se puedan diseñar terapias capaces de activar la telomerasa en zonas específicas del cuerpo, ralentizando el deterioro celular sin generar efectos adversos. La investigación también podría revolucionar la lucha contra ciertos tipos de cáncer, y mejorar las condiciones de vida de los astronautas en misiones prolongadas, como las que se planean para Marte.
Así, mientras el mito de la inmortalidad se disuelve, la ciencia pone los pies sobre la Luna —y los ojos en los telómeros— para dar un paso más cerca de vivir mejor, por más tiempo. Porque tal vez, como apunta Aquilano, el secreto para vencer al tiempo no esté bajo tierra… sino en las estrellas.
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